"Ser
plenamente honesto con uno mismo es un ejercicio que vale la pena". Sigmund
Freud
Fue
en un diario de Argentina, el país de los psicoanalistas, donde primero se
propuso el fin de semana pasado que Cristiano Ronaldo debería de acudir
"al diván". Después algunos periodistas españoles se sumaron a la
idea. Lo que no parece haberse contemplado es en qué consistiría el
tratamiento; en cuál sería el objetivo y cómo se llegaría a él.
El
objetivo es sencillo. El psicoanálisis parte de la premisa de la que la verdad
-la verdad oculta en el inconsciente- nos hará libres, nos dará paz, nos
permitirá sacar lo mejor que tenemos dentro. En este caso existe una pequeña
verdad, la que vemos en la superficie, y es que Cristiano es un gran jugador.
Pero el adjetivo "gran" en el fútbol está más devaluado que el euro.
Lo difícil es lograr la grandeza. Y la verdad realmente valiosa a la que se
habrá que llegar para que la terapia del diván surta efecto es convencer a
Cristiano que reconozca abiertamente lo que en el fondo sabe, pero se niega
conscientemente a aceptar: que Leo Messi posee grandeza, que pertenece a la
primera fila de los dioses del fútbol, y él no.
Para
lograr este resultado se requerirían largas sesiones de terapia en las que se
haría lo de siempre: hablar de la niñez, de la familia, del sexo, y además, en
este caso, del valor intrínseco de ser guapo, rico y famoso. Valdría la pena la
inversión. Eliminados los delirios, se le quitaría la ansiedad. Cristiano
dejaría de ver los partidos contra el Barcelona como un duelo personal con
Messi por el título de mejor jugador del mundo (duelo que le será siempre
imposible ganar) y jugaría con la soltura que demuestra contra el Getafe o el
Valladolid, y con el espíritu de equipo que ha demostrado durante buena parte
de esta temporada. Su generosidad a la hora de ver el pase de gol, en vez de
optar siempre por el chut, fue determinante en la triunfante racha que tuvo su
equipo hasta que llegó el Barça al Bernabéu.
Para
ser más concretos, si Cristiano se hubiera hecho una limpia psicoanalítica
antes de aquel partido es perfectamente posible que no hubiera fallado dos
goles cantados y que el Madrid hubiera empatado, o incluso ganado. Ese problema
de "suerte" que identificó José Mourinho para explicar la derrota
tuvo su origen en la incapacidad de Cristiano de aceptar, con franqueza y
humildad, sus limitaciones.
Debería
de aprender de uno de los fans de su equipo, Rafa Nadal. Nadal
entiende perfectamente, y hasta lo dice en público, que Roger Federer tiene más
talento innato para el tenis que él. No le acosan los demonios de la envidia.
Juega contra el suizo con la mente despejada, libre para desplegar sus grandes
virtudes, la fuerza mental y la física. Por eso a la hora de disputar un
clásico, como una final de Wimbledon, no se arruga. Da lo mejor de sí, y gana
tantas veces como pierde. Incluso traslada el factor complejo a Federer; como
quizá podría llegar a hacer Cristiano con Messi si los nervios no trastornaran
los procesos mentales al portugués, si el cerebro dejase de enviar aquellos
mensajes subversivos que, en los momentos decisivos, le hacen temblar el pie.
Messi
es un genio pero no deja de ser humano, como vemos cuando juega para su
selección. No es inmune a la presión de las enormes expectativas que se impone
a sí mismo y que le impone la afición. Le vendría muy bien, como mucho se ha
comentado, que Argentina tuviera un Xavi o un Busquets o un Piqué, pero también
podría imitar el ejemplo de tantísimos de sus compatriotas e intentar explorar
si también existe un problema psicológico.
En
el caso de Cristiano no hay duda alguna. Para que esos 90 millones que se
gastaron en él rindan fruto, es decir, para el bien del Real Madrid, alguien en
el club debería de tener la valentía de explicarle que en su caso no solo es
necesaria la rutina de acudir a la camilla del fisioterapeuta, sino también -y
con más urgencia y necesidad- someterse a masaje cerebral en el diván.
John Carlin.